martes, 18 de marzo de 2014

¿Carne o pescado?

Hay tres caminos tradicionales para vivir la cuaresma (y que enraízan en el Antiguo Testamento y están reafirmados en el Nuevo: no se trata de antigüedades, en el sentido superficial de la palabra, sino de novedades que pueden transformar la vida y el mundo): la oración, el ayuno, la limosna. ¿Pero de qué se trata? Porque me parece que hay una pavorosa inversión en la iglesia: haber transformado la oración en una contabilidad espiritual; el ayuno en una dieta; la limosna en un plan de ahorro.


Primero, la oración: si hay que condensar este camino en una sola frase, me quedaría con aquella de san Juan de la Cruz. Rezar es “estarse amando al Amado”. Fantástica expresión que, en la conjunción de infinitivo reflexivo + gerundio + participio, da la clave de esa actitud de vida esperanzada, activa y gozosa que supone la oración. Lejos de esas patéticas contabilidades espirituales (tres visitas al Santísimo; 25 padrenuestros; 632 avemarías; 6 misas; medio examen de conciencia y dos genuflexiones de pierna entera), el camino de la oración nos lleva al centro del misterio: estar(se) con el Amado. Da lo mismo si uno ha “rezado” durante 6 horas repitiendo cosas con la boca pero con el corazón lejano: no sirve para nada. Si es vivida de verdad, la oración es camino garantizado de conversión. Porque nadie puede estar con el Amado y seguir en el mal.

Segundo, el ayuno: se trata de regular la auto satisfacción que se vive a costa de todo y de todos (aún de uno mismo). Lejos de toda dieta, lejos de toda obscenidad gastronómica, el ayuno no consiste en comer o no comer carne o pescado (ni faisán relleno, ni perlas disueltas en vinagre, ni caviar beluga o cualquier otra cosa: no se trata de un programa de Narda Lepes), sino en privarnos de algo que en sí mismo puede ser bueno, pero de lo cual me privo para dos cosas: 1) domar mis impulsos de auto satisfacción; 2) solidarizarme con los demás. Porque cuando todos los días como, puedo olvidar que una gran parte de la humanidad no lo puede hacer (no por opción, sino porque sencillamente no tienen nada que llevarse a la boca). No es que comer sea malo. Pero algún día puedo libremente detenerme a pensar en lo que ocurre cuando ese comer falta. Y eso, dolorosamente, ocurre hoy con millones de hermanos en todo el planeta. Lejos de ser una dieta, el camino del ayuno nos lleva al centro del misterio: estar con el que sufre. Da lo mismo si uno come carne o pescado, el viernes de cuaresma o cualquier día del año: no se trata de hacer dieta. Si es vivido de verdad, el ayuno es camino garantizado de conversión. Porque nadie puede solidarizarse con el dolor del prójimo y seguir en el egoísmo.

Tercero, la limosna: lamentablemente esta palabra tiene mala fama porque se la asocia con el asistencialismo, la “lástima”, la compasión en el mal sentido de la palabra. Y, sin embargo, se trata del amor, de la caridad, del nombre de Dios, nada menos. Si hay que condensar en una sola frase de qué se trata, recordaría aquellas palabras de Jesús: “tuve hambre y ME DISTE de comer (a mí)”. Lejos de toda mezquindad y de cualquier plan de ahorro (“no doy porque se lo gasta en vino”; “la caridad bien entendida empieza por casa”, “cuando yo tenga mucho dinero voy a ayudar a los pobres”; etc.), la caridad nos lleva al centro del misterio: me convierte a mí en Jesucristo en medio del mundo, Jesucristo para los demás; la caridad me hace a mí mismo eucaristía. Da lo mismo si uno da un centavo o un millón de dólares: no se trata de monedas o de billetes, sino de ser como la viuda del evangelio que, de su pobreza, dio TODO lo que tenía para vivir. Si es vivida de verdad, la limosna es camino garantizado de conversión. Porque nadie puede vivir en la generosidad y seguir en la obstinada cerrazón en sí mismo.



En el fondo, el camino de la cuaresma es el camino del Amor. De un amor que todavía no vivimos en plenitud, pero hacia el que queremos ponernos en camino para que así sea, en su triforme particularidad: Dios y el prójimo, transformándome a mí.

El camino de la cuaresma será así un subirse al brioso corcel de la fe que, llevado por las serenas alas de la esperanza, nos encamina hacia el corazón ardiente del Amor. Ese Amor que en la Pascua será comienzo de una vida nueva que se nos da como don.
¿Contabilidad espiritual, dieta gastronómica, plan de ahorro? Hay que volver a las fuentes del amor, que es hacia donde nos conducen la oración, el ayuno y la limosna, bellos senderos de Dios.

Espero, una vez más, haber sido claro y de utilidad.

Juan Quelas



No temas al tiempo,nadie es eterno...

No temas a las heridas,te hacen mas fuerte...

No temas al llanto,te limpia el alma...

No le temas a los retos,te hacen mas ágil...

No temas equivocarte,te hace más sabio

y no le temas a la soledad,
Dios está contigo siempre




lunes, 17 de marzo de 2014

...envejecer y morir sin haber vivido...



Isabel Allende, Inés del Alma Mía





GALLETITA DE EMBARQUE

Una chica muy arrogante esperaba su vuelo en la sala de un gran aeropuerto.
Como debía esperar un largo rato, decidió comprar un libro y también galletas.
Se sentó, para poder descansar y leer en paz.
En el asiento de al lado se sentó una señora ya de edad poco avanzada, que abrió una revista y empezó a leer.
Entre ellas quedó un paquete de galletas. Cuando la chica cogió la primera galleta, la señora también tomó una.
La chica se sintió indignada, pero no dijo nada. Solo pensó: "¡Qué descarada esta vieja; si yo fuera más valiente, le diría un par de cosas y hasta le podría insultar".
Cada vez que ella cogía una galleta, la señora también tomaba una.
Aquello le indignaba tanto a la chica, que no conseguía concentrarse ni reaccionar.
Cuando quedaba una sola galleta,
pensó: "¿qué hará ahora esta vieja aprovechada?".
Entonces, la señora partió la última galleta y con una media sonrisa en su rostro, sin decirle nada a la chica, dejó media galleta para ella.
¡Ah no! ¡Aquello le pareció demasiado! La chica se enfureció, se molestó, quedó muy indignada con tal situación.
Tomó la media galleta, no aguantó más y la tiró a los pies de la anciana diciendo: “vieja descarada, se ve que tiene hambre, eso es lo que usted es…una descarada”.
La señora la escuchó, agachó la cabeza y no respondió nada.
Se levantaron las dos y cada quien se dirigió a su propio sector de embarque, ya que tenían distintos vuelos y se dirigían, obviamente, a diferentes destinos.
Mientras caminaba a su sector de embarque, muy indignada, la chica resoplaba la enorme rabia que llevaba. Cerró su libro, tomó sus cosas y se dirigió a abordar.
Cuando se sentó en el interior del avión, miró dentro del bolso y para su sorpresa, allí estaba su paquete de galletas... intacto y cerrado.
¡Sintió tanta vergüenza! Que se le caía la cara y le dio tanto sentimiento con aquella señora que hasta lloró.
Sólo entonces se dio cuenta de lo equivocada que estaba.
¡Había olvidado que sus galletas estaban guardadas dentro de su bolso!
La señora había compartido todas sus galletitas con ella, y sin sentirse indignada, nerviosa, consternada o alterada.
Y ya no estaba a tiempo ni tenía posibilidades para dar explicaciones o pedir disculpas.
Pero sí para razonar: ¿cuántas veces en nuestra vida sacamos conclusiones cuando debiéramos observar mejor?
¿Cuántas cosas no son exactamente como pensamos acerca de las personas?
Y recordó que existen cuatro cosas en la vida que no se recuperan:
Una piedra, después de haber sido lanzada;
Una palabra, después de haberla dicho;
Una oportunidad, después de haberla perdido;
El tiempo, después de haber pasado.


NO ACTUEMOS APRESURADAMENTE.
MUCHAS VECES EN ESOS IMPULSOS, HASTA OFENDEMOS Y NO NOS DAMOS CUENTA QUE LAS COSAS NO SON COMO PENSAMOS.
MEDITEMOS ANTES DE ACTUAR Y OFENDER.
ANTES DE FORMARTE UN JUICIO DE AQUELLO, ASEGÚRATE BIEN, NO VAYA HACER QUE DAÑES A ALGUIEN INMERECIDAMENTE, QUE QUEDES EN RIDÍCULO, TE ARREPIENTAS Y YA SEA DEMASIADO TARDE.