Vivimos bajo una oleada de
cobardía. La mayoría de relaciones fracasa por la inoperancia de unos amantes que
lejos de lanzarse con todo se rondan a medio gas. Bajo el nombre de la libertad escondemos nuestro miedo al compromiso. Siempre tenemos una excusa. Decimos
“no, es que no quiero esto” o “es que prefiero aquello”, cuando en realidad lo
que nos arde dentro es un “no me atrevo”.
La principal razón para temer el
compromiso es que no sabemos lo que es. Confundimos compromiso con
esclavitud. Es curioso cómo a una mujer se le llama esposa, a una
pulsera, esclava y al dedo en que ponemos el anillo de boda, anular. La idea de
que compartir vida nos hace esclavos y nos anula ha inundado nuestro
vocabulario. Sin embargo, la esclavitud es solo una cosa: vivir bajo
los mandatos del miedo.
No existe un siempre ni
existe un mañana. La eternidad es un engaño de nuestra
mente. Tratar de prometer la eternidad es, además de falso,
absolutamente aterrador. Decir “quiero estar siempre contigo” es más irreal que
decir “quiero que siempre sea como hoy”. Nadie sabe lo que querrá en el futuro.
No existe lapicera ni boda que pueda firmar un para siempre. El
amor se da, pero no se puede prometer, pues a toda promesa le sigue una
deuda y a toda deuda una obligación. Nadie puede entregarse al máximo a una
exigencia. Y de eso se trata, de entregarse al máximo. Por eso el
amor puede ser doloroso, decepcionante o incierto, pero siempre será libre.
La eternidad no es estar
juntos en el futuro, sino estar juntos en el presente, y no importa tanto
el tiempo que compartan como que se esfuercen por vivirlo al máximo y hacer de
él una experiencia auténtica. Solo cuando uno extrae lo máximo de una situación
puede decidir en libertad si quiere más o no.
Recuerda que el mejor favor que
podemos hacerle a ese “para siempre” y la mejor forma de honrar a la eternidad
es entregarnos en cuerpo y alma a nuestro momento, a quien tenemos a
nuestro lado y no estar en ninguna otra parte.
Por la eternidad bien entendida.
Pablo Arribas.
Universo de lo sencillo.